Seguro que más de una vez has escuchado este nombre: neonicotinoides. Los neonicotinoides son una familia de insecticidas diseñados para actuar sobre el sistema nervioso central de aquellos insectos considerados como plagas de los cultivos y... matarlos. También son el producto estrella de grandes compañías como Bayer y Syngenta, y se han convertido en los insecticidas más vendidos del mundo. Por ello, están omnipresentes en todo el medio ambiente.
Pero como “buenos” insecticidas que son, presentan un serio riesgo para las abejas: y es que los insecticidas no saben distinguir entre aquellos insectos que son altamente beneficiosos y los que no lo son. Las abejas, por ejemplo, son un eslabón esencial para la biodiversidad y la producción de alimentos, al realizar algo tan fantástico como es la polinización. Hasta el 75% de nuestros cultivos a nivel mundial y al menos 70% en España dependen directa o indirectamente de la polinización. Es fundamental proteger aún más a los polinizadores de la amenaza que suponen los insecticidas como los neonicotinoides. En 2013 una serie de descubrimientos científicos llevaron a que se pusiera en marcha en Europa una prohibición parcial de cuatro de los peores insecticidas que dañan a las abejas (tres neonicotinoides: clotianidina, imidacloprid, tiametoxam y el fipronil de otra familia). Esta prohibición se aplica sólo a los cultivos que atraen a las abejas melíferas y para determinados períodos de la vida de estos cultivos. Pero los peligros acechan por muchas otras vías y afectan a muchas más especies.