Ayer tocó explorar los vericuetos del lobby en las negociaciones internacionales. A primera hora de la mañana, los representantes de organizaciones sociales que se logran infiltrar en las negociaciones a puerta cerrada de la víspera, nos informan al resto de los resultados de las reuniones. En grupos de trabajo temáticos definimos la estrategia del día y se reparte el trabajo. El nuestro: presionar a la delegación oficial española y a la de la Unión Europea para incluir en el documento oficial una referencia a nuestra área de trabajo: la Responsabilidad Social Corporativa.

Gracias a la invitación del día anterior, tenemos ubicados a los principales integrantes de la delegación española. A última hora, nos informan de que una parte del documento oficial, que nosotros creíamos cerrada, sigue abierta a modificaciones. Entregamos el documento con nuestra enmienda al funcionario español presente en la negociación. Nos promete hacer lo posible, que no parece ser mucho.

Como no queremos poner todos los huevos en la misma cesta, indagamos, a través de contactos en la Agencia Europea del Medio Ambiente, y damos con la persona que parece estar al mando de la negociación por parte de la Unión Europea. La perseguimos y acabamos encontrándola. Descubrimos que, al final, el resultado de estas cumbres se decide en grupos de dos o tres personas, en el pasillo y alrededor de una mesa camilla.

Nuestro "garganta profunda" nos había dado un curso rápido de lobbying. Sacamos en claro lo siguiente: si, durante una negociación, le das a un funcionario un documento en un sobre cerrado y con su nombre, tiene que abrirlo. Y leerlo. Seguimos el consejo y, después de una hora de espera a la puerta de la sala de reunión, conseguimos hacer entrega de nuestra propuesta. Crucemos los dedos. Hoy toca presionar a la delegación norteamericana y a los representantes del G77, el grupo de países en vías de desarrollo. Seguiremos informando.

Sandra Benbeniste y Ramón Pueyo
Fundación Ecología y Desarrollo