Martes 06 de Abril de 2010
Durante los últimos años se han evidenciado a nivel global dos tendencias que tienen el poder colectivo de promover cambios importantes en las formas en las que se organizan y gestionan las empresas a nivel local e internacional. Ambos reflejan el interés y la creciente preocupación desde distintos sectores de la sociedad por conocer y valorar los impactos de las empresas en las comunidades donde operan en todas sus dimensiones –económica, social y ambiental–. También reflejan el deseo de evaluar la respuesta del sector empresarial a los retos y desafíos más importantes a los que nos enfrentamos como pueden ser el cambio climático, la protección de los derechos humanos o la lucha contra la corrupción.
La primera tendencia es la creciente importancia y relevancia de criterios extrafinancieros ligados a la sostenibilidad en la toma de decisiones en el sector financiero internacional. Es decir, el auge de la llamada inversión socialmente responsable. En un entorno económico-financiero turbulento como el actual los inversores buscan con más asiduidad que nunca información, datos u otras claves que les puede ayudar a identificar oportunidades de inversión infravaloradas por el mercado. No es de extrañar entonces que dentro de este complicado entorno, los inversores más sofisticados estén incorporando la evaluación de criterios sociales, ambientales y de buen gobierno como parámetros importantes en el proceso evaluación y selección de oportunidades de inversión.
Mientras que a nivel global el crecimiento de los fondos invertidos con criterios de sostenibilidad ha experimentado un crecimiento espectacular en las últimas décadas, en España el crecimiento ha sido más tardío, lento y gradual. No obstante, se pronostica una evolución favorable de los fondos socialmente responsables en España en línea con las demandas de los inversores de gestionar los riesgos no financieros de sus carteras de inversión.
Al mismo tiempo aunque con menos fanfarria mediática se está viendo un aumento gradual pero significativo de consumidores que desean incorporar criterios sociales, ambientales y éticos en sus decisiones de compra. Este llamado consumo responsable tiene como objetivo recompensar a las empresas que producen bienes y servicios más sostenibles que sus competidoras.
* Artículo escrito junto a Charles Castro, técnico de análisis de Fundación Ecología y Desarrollo