Investigaciones de la Agencia de Investigación Medioambiental revelan el modus operandi del tráfico de gases HFC por toda Europa

Los gases hidrofluorocarbonos (HFC), comercialmente conocidos como gases refrigerantes, son potentes gases de efecto invernadero (GEI) de corta vida y con un Potencial Calentamiento Global (PCG) hasta 23.000 veces superior al del dióxido de carbono. Se prevé que en el 2030 representen al menos el 13% de la totalidad de los GEI emitidos. Un altísimo porcentaje que sorprende dados los usos limitados y específicos que tienen dentro de la industria (sistemas de refrigeración, bombas de calor, gases propelentes en aerosoles, etc.).

Por todo ello, la magnitud del problema ha sido reconocida por la Unión Europea, cuyas respuestas más significativas son recientes  y se plasman en el Reglamento UE Nº 517/2014. Una de gran impacto para el sector ha sido el establecimiento de un límite a la cantidad máxima de HFC comercializable a través de un sistema de cuotas. Se estima que para el 2030 sólo será posible comercializar un 21% de lo permitido antes de la entrada en vigor de la normativa en 2015. Asímismo, desde el 1 de enero de 2020 rige la prohibición total del uso de gases con un PCG igual o superior a 2500.

Aunque las soluciones puedan ser acertadas, la industria ha respondido aumentando la demanda ilegal del producto. La consecuencia directa de la política europea es el desplazamiento de ciertos tipos de HFC hacia el mercado negro. Sus elevados precios, con picos de entre 6 y 13 veces del valor referencial previo a la nueva normativa, han empujado a las mafias a operar en el contrabando a través del aprovechamiento de lagunas legislativas en el marco del tránsito de mercancías. Siendo China el principal exportador de materia prima, el punto de entrada ilegal a la UE es Rumanía, con países como Ucrania y Turquía actuando como catalizadores. 

La Agencia de Investigación Medioambiental (EIA, por sus siglas en inglés) ha desvelado todos estos problemas a través de un interesante informe que narra y expone, además del modus operandi de las mafias a lo largo de toda Europa, datos que demuestran las grandes diferencias entre las importaciones/exportaciones notificadas por los Estados y aquellas que realmente se llevan a cabo, confirmando la dimensión del problema. 

Estamos ante una situación compleja que, mientras evidencia problemas de control normativo y de seguimiento del delito, agranda, y mucho, la magnitud del reto climático. 

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