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Viernes 01 de Abril de 2005

El mercurio y sus derivados son altamente tóxicos para los seres humanos y los ecosistemas. Altas dosis puede ser letales para los humanos, pero incluso niveles relativamente bajos provocan serios daños en los sistemas nervioso, cardiovascular, inmunológico y reproductor. El mercurio se desplaza largas distancias a través de la atmósfera y ha contaminado la cadena alimentaria en Europa y en todo el mundo a un nivel que supone un riesgo para la salud, según reconocen expertos.

La causa más frecuente de intoxicación en las personas es la contaminación del pescado con mercurio procedente del medio natural ( los peces captan este compuesto en sus agallas por el paso del agua o en la cadena trófica por el consumo de organismos acuáticos). Los síntomas se presentan a largo plazo tras la ingesta, siempre y cuando ésta sea constante.

El mercurio es un potente tóxico que afecta al cerebro, la médula espinal, los riñones y el hígado. Algunos estudios también han demostrado que este metal aumenta el riesgo de infarto. Todos los datos apuntan a que el mercurio provoca alteraciones cromosómicas que se traducen en trastornos físicos y mentales. Según los centros para el control de las enfermedades estadounidenses (CDC), una de cada 10 mujeres en los Estados Unidos es portadora de una cantidad de esta sustancia suficiente para causar daños neurológicos irreparables en el feto. Se trata de uno de los productos más peligrosos debido a su capacidad de biomagnificación. O dicho de otro modo, se acumula en los organismos y se transmite de unas especies biológicas a otras en la cadena alimentaria.

Desde la década de 1980 la OMS se ha venido preocupando especialmente por el riesgo que corren los niños y las niñas. Para el adulto se considera que, con menos de 50 microgramos por gramo (µg/g) de mercurio capilar (índice que refleja la concentración de mercurio en sangre; de más fácil empleo, este indicador es el que se utiliza en la mayoría de estudios), no hay problema alguno. Pero el niño y la niña, y más aún el feto cuyo sistema nervioso está en plena construcción, tienen una sensibilidad de cinco a diez veces superior a la del adulto. En el estado actual de los conocimientos, la OMS indica que pueden producirse retrasos de desarrollo en el niño a niveles maternales de mercurio capilar de 10 a 20 µg/g.

Pero los niños y niñas no sólo están expuestos al mercurio a través de la comida, sino que la mayoría de las vacunas que reciben en sus primeros años de vida contienen conservantes en cuya composición se encuentra este metal. El tiomersal es uno de los compuestos que más se emplean para la preservación de las vacunas. Aunque no se ha podido confirmar la relación de este conservante con el desarrollo de trastornos como el autismo, la hiperactividad o el retraso en el desarrollo intelectual, los expertos consideran que es biológicamente posible. De hecho, tanto la Agencia Europea del Medicamento, como las Autoridades Sanitarias estadounidenses (FDA) han pedido a las compañías farmacéuticas que eliminen el tiomersal de las vacunas. Los niveles de mercurio a los que se expone a un niño durante el periodo de vacunación superan los máximos permitidos.


Es tiempo de actuar

Es el momento de dejar de pensar que puede hacer el planeta por ti y pensar qué puedes hacer tú por el planeta.

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