Francisco Pellicer Corellano aboga por la reconciliación entre ciudad y naturaleza teniendo en cuenta las peculiaridades de cada una

El reto de la Infraestructura Verde (IV) ha de emplazarse en el contexto natural/urbano y no limitarse exclusivamente al análisis glorificado de la naturaleza sin tener en cuenta la ciudad y sus funciones. La IV abre espacios de oportunidad a renovadas maneras de entender la ciudad y a nuevas formas de intervención sobre ella en un intento de integrar visiones sectoriales muy diferentes entre sí.

La Agenda Urbana Española (AUA), impulsada por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, marca el camino para conseguir pueblos y ciudades más humanos: “Los retos globales de todo tipo, sociales, medioambientales, culturales, económicos y de salud… deben abordarse dentro de las ciudades y mediante estrategias de carácter integrado y holísticas”. 

Por otra parte, el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico define su función principal como la estrategia “para la transición a un modelo productivo y social más ecológico”.  El Pacto Verde Europeo (PVE) tiene por objetivos la protección, el mantenimiento y la mejora del capital natural, la protección de la salud y el bienestar de los ciudadanos frente a los riesgos y efectos medioambientales, y además subraya la participación activa de la ciudadanía, esencial para que las políticas funcionen y sean aceptadas.  La Estrategia Europea de Biodiversidad (EEB) hace hincapié en la necesidad de hacer más ecológicas las ciudades e incrementar la biodiversidad en los espacios urbanos desarrollando infraestructuras verdes.

La pandemia provocada por la Covid-19 ha subrayado la importancia que merecen los espacios verdes en la ciudad como fuentes de salud y bienestar. Las formas de vida han cambiado drásticamente y la sociedad demanda ya con urgencia espacios para un envejecimiento más activo, una niñez y una juventud sin problemas de sedentarismo y creciente obesidad, la minimización de los impactos psíquicos que conlleva la vida en soledad, y por supuesto, los problemas medioambientales. 

La mayor parte de las ciudades españolas responden al modelo de ciudad de tamaño medio, compacta, razonablemente densa, compleja, con mezcla de usos, que dispone de espacios urbanos seguros y de relación que protagonizan la vida en sociedad y que fomentan la diversidad social, todo lo cual facilita el desarrollo y el bienestar comunes. Un modelo urbano con valores muy positivos que conviene preservar y potenciar.

Pero también hay que tener en cuenta que los espacios naturales y rurales de nuestras ciudades han sufrido la presión urbanística de las últimas décadas, los encauzamientos, la ocupación excesiva del suelo, la creación de superficies artificiales, la alteración del medio físico, el propio metabolismo urbano y la fragmentación de los espacios naturales.  

La IV debe reconocerse como una de las más valiosas estrategias para diseñar nuestras ciudades. En su planificación y ordenación es preciso conjugar un buen número de factores: los elementos naturales del medio ambiente, la calidad de vida, la eficiencia energética, los cambios en la movilidad, la prestación de servicios, la inclusión y la cohesión social. Las ciudades españolas tienen las mejores condiciones para apostar por las infraestructuras verdes, espacios saludables para andar, practicar los deportes y procurar espacios de convivencia y de ocio. La IV procura las mejores condiciones para introducir la naturaleza como elemento urbanístico vertebrador en una ciudad de proximidad, conforme con un modelo de usos mixtos en una matriz verde continua y en red que limite las exigencias de movilidad dentro de la ciudad satisfaciendo el “deseo de naturaleza” de los ciudadanos. 

Francisco Pellicer Corellano

Consejero de ECODES

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