Solidaridad con los municipios aragoneses afectados por las lluvias e inundaciones
Desde ECODES queremos transmitir nuestro más sincero apoyo y solidaridad con nuestros pueblos vecinos, afectados por la extraordinaria sucesión de tormentas torrenciales sufridas el pasado viernes. En especial, con Azuara, Letux, Herrera de los Navarros, Almonacid de la Cuba, Villar de los Navarros, Moyuela, Vinaceite, Belchite y Lécera, entre otros municipios de las tres provincias aragonesas, todas ellas afectadas en mayor o menor medida. Debemos congratularnos de que, afortunadamente, no se hayan producido víctimas y mayores daños personales.
Queremos también reconocer el esfuerzo de los equipos de emergencia y cuerpos de seguridad, así como de todos los trabajadores que se están afanando en la restauración de los servicios esenciales. Hacemos un llamado a que se movilicen, sin demora y con mayor determinación, las capacidades y recursos necesarios para restablecer la normalidad lo antes posible. Y, por encima de todo, destacamos el papel fundamental de los vecinos y voluntarios, cuya entrega, solidaridad y capacidad de organización están siendo, hasta ahora, la principal fuerza de intervención en esta emergencia.
Vivimos, de forma inequívoca, un aumento acelerado de los fenómenos climáticos extremos, tanto a nivel global como en nuestro entorno más próximo. El informe Copernicus ya alertaba de que el pasado año fue el más caluroso registrado en Europa, que fue el continente que sufrió el calentamiento más rápido. Una realidad que se reafirmaba apenas hace unos días, con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, cuando se presentó el último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) —Global Annual to Decadal Climate Update 2025–2029—, en el que se advertía, con sólido fundamento técnico y científico, que “con cada fracción de grado adicional en el aumento de las temperaturas medias, aumentan la frecuencia, la intensidad y la duración de los eventos extremos”.
Los datos de 2024 ya muestran que ese umbral se ha rebasado provisionalmente, al registrarse el año más cálido desde que existen mediciones, con una anomalía térmica de +1,55 °C respecto al periodo preindustrial. Por primera vez, el informe cuantifica que existe un 70 % de probabilidad de que, entre 2025 y 2029, la temperatura media global supere temporalmente los 1,5 °C establecidos por el Acuerdo de París.
La emergencia climática es ya plenamente mensurable en los datos y, al mismo tiempo, plenamente visible en sus impactos.
Por eso, no se pueden seguir posponiendo las medidas para mitigar la emergencia climática. Conviene tomar plena conciencia de que emergencia no es una palabra retórica: es una condición real que exige respuestas proporcionales a la magnitud del riesgo. Sin embargo, ante esta amenaza progresiva e inexorable que compromete el equilibrio ecológico, social y económico, la reacción sigue siendo insuficiente y retardista.
Una vez se restablezca la normalidad —en tanto que ahora todos los esfuerzos deben centrarse en atender los daños y recuperar los servicios esenciales— será imprescindible acometer con rigor la tarea pendiente: adaptar nuestros territorios a los nuevos escenarios climáticos. No podemos seguir posponiendo la elaboración y activación de planes de adaptación a escala municipal, que integren criterios climáticos y de resiliencia en la planificación urbana, en la gestión del agua y del territorio, y en las infraestructuras de defensa frente a fenómenos extremos. En muchos casos, estos escenarios ya son presente, y seguir demorando la adaptación solo aumentará nuestra vulnerabilidad y el coste social, económico y ambiental de cada nuevo impacto.
Las consecuencias de transformar el clima ya están aquí. Nos sobrecogen por nuestra fragilidad ante la fuerza de la naturaleza, pero también por el creciente coste económico, humano y social que supone sostener una normalidad que cada vez es más vulnerable e impredecible.