Nuestro deporte está en peligro
La temporada de esquí 22-23 comenzó suspendiendo carreras por falta de nieve. Y esta temporada ha ocurrido lo mismo.
Carrera final de la Copa del Mundo de 2024 en la que se aprecia la falta de nieve.
El año pasado, ante la dificultad de mantener el calendario de carreras, se generó una respuesta inusual por parte de muchos deportistas, que demandaron a la Federación Internacional de Esquí (FIS) un cambio drástico en su política de acción climática, que culminó con la entrega a la FIS de una carta redactada por el esquiador austriaco Julian Schütter, embajador de la campaña Protect Our Winters (POW).
En la comunicación, los firmantes, indicaban que "como atletas de la FIS, ya estamos experimentando los efectos del cambio climático en nuestra vida cotidiana y en nuestra profesión. Cada vez más, las competiciones tienen que cancelarse debido a fenómenos meteorológicos extremos o falta de nieve. Cada año, las pistas de entrenamiento de pretemporada son cada vez más escasas y cortas, porque los glaciares se están reduciendo a un ritmo aterrador. Pronto ya no podremos producir nieve artificial en algunas pistas clásicas de la Copa del Mundo, ya que las temperaturas invernales con mayor frecuencia suben por encima de cero en las estaciones de esquí de baja altitud. La opinión pública sobre el esquí está cambiando hacia lo injustificable".
Bajo el título nuestro deporte está en peligro, y firmada por más de 400 deportistas incluyendo a grandes figuras como Mikaela Shiffrin, Federica Brignone, Alexander Kilde Aamodt, Jessie Diggins, Arianna Tricomi o Xavier de la Rue, reconocían que el esquí está amenazado por el cambio climático y pedían a la FIS que fuera protagonista en la lucha contra el cambio climático (listado de firmantes). Y reclamaban que la federación acelerara la implementación de medidas para que su actividad sea climáticamente neutra lo antes posible, calificando como insuficientes las acciones actuales y solicitando:
- Compromiso de alcanzar las emisiones netas cero en 2035 o antes para todas las operaciones y eventos de la FIS.
- Implementar una estrategia de sostenibilidad para lograr la reducción del 50% de las emisiones para 2030, como se comprometió a través del marco de Acción Climática de UN Sports for Climate, y presentarla al público antes del comienzo de la temporada 2024.
- Crear un departamento de sostentabilidad que asegure que las medidas climáticas se conviertan en un aspecto clave de todos los procesos y operaciones de gobierno, los cuales deben ser controlados y certificados por una organización independiente.
Los deportistas solicitaron también que la FIS modificara el calendario de la temporada, retrasando el inicio y final (actualmente de finales de finales de octubre a finales de marzo) para adaptarse a las necesidades de nieve y evitando la innivación artificial o el traslado de nieve en camión o helicóptero para completar los recorridos. También se propuso la organización de una programación de carreras más razonable geográficamente para evitar las emisiones de gases de efecto invernadero de los viajes, poniendo como ejemplo la temporada 22-23 en la que, entre las pruebas estadounidenses de Beaver Creek y Aspen, se viajó a Europa para otra carrera (estando las estaciones de esquí a menos de 50 kilómetros de distancia entre sí) lo que ha supuesto emitir alrededor de 1.500 toneladas de CO2 que se podrían haber evitado.
Esta reflexión realizada en 2023 por deportistas de élite pone el foco en los impactos que ya está generando el cambio climático en el calendario de competición de los deportes de invierno. Desde su experiencia por estaciones de esquí de todo el planeta proponen la necesidad de actuar. En este sentido, las medidas de mitigación y de adaptación son claves. ¿Los deportistas de base siguen el ejemplo de los profesionales? ¿Es factible pedir un esfuerzo colectivo para ayudar, en la medida de lo posible, a proteger el deporte de nieve?
