Ana Navas profundiza en los retos demográficos y ambientales que deben afrontar los suelos

El suelo, una formación superficial fina en relación al espesor de la corteza terrestre, constituye un auténtico biorreactor de intercambio entre la litosfera, la biosfera y la atmósfera. Sobre la superficie terrestre, una serie de procesos físico-químicos estrechamente relacionados con factores ambientales y climáticos que ocurren a lo largo del tiempo dan lugar a suelos característicos en las distintas eco-regiones del planeta. Desde los trópicos a regiones semidesérticas, mediterráneas, templadas y frías, una gran diversidad de suelos que comparten como rasgo común ser el soporte de la vida y de la biodiversidad terrestre

Los suelos tienen una importante función medioambiental y ecosisque térmica y son claves en el desarrollo de los ciclos biogeoquímicos. De gran relevancia por su impacto en los procesos del cambio climático, es su almacenamiento de carbono siendo el principal reservorio terrestre y participando así en el ciclo global de los gases de efecto invernadero. 

Al proporcionar alimentos para la humanidad, el suelo adquiere además relevancia socioeconómica y cultural. Desde épocas remotas con el asentamiento de las poblaciones se ha transmitido un conocimiento ancestral que ha permitido el desarrollo de la agricultura en civilizaciones antiguas en Mesopotamia y Egipto entre otras. De época romana datan los primeros escritos sobre el manejo de suelos con la finalidad de aumentar la producción agrícola. Son numerosas las estrategias que se han desarrollado para aprovechar el recurso suelo en condiciones de grandes limitaciones tanto de disponibilidad de agua como de topografía compleja. Junto con el desarrollo de ingeniosos sistemas de captación del agua de lluvia, de riego, la construcción de terrazas agrarias y de infraestructuras de contención del suelo han permitido mejorar rendimientos de cultivos en áreas con fuertes limitaciones de suelo y topográficas. No obstante, su explotación intensiva ha llevado en numerosas ocasiones al empobrecimiento del estado nutricional del suelo.  

Las principales causas de la degradación del suelo son los procesos físicos de erosión, la contaminación y la urbanización. Desde el último milenio, la evolución de los suelos ha estado estrechamente ligada a su uso interfiriendo así en su ciclo natural. En época reciente, los cambios socioeconómicos de mediados del siglo pasado en Europa aceleraron el abandono de suelos marginales. Tras el abandono de tierras, la revegetación natural ha revertido los niveles originales de fertilidad del suelo en los casos más favorables; por el contrario, en otros entornos con limitaciones climáticas y de suelo donde la degradación alcanzada es muy alta podría conducir finalmente a la desertificación.  

España es el país del sur de Europa con mayor riesgo de desertificación y, junto con áreas del sureste de la Península, Aragón concentra una parte importante de suelos degradados. Mientras que esto sucede en las áreas más desarrolladas del mundo, en otras regiones con fuerte crecimiento demográfico la deforestación para aprovechamiento agroganadero está generando un fuerte impacto ambiental y la pérdida de grandes masas boscosas que acelera la pérdida de suelo entraña un elevado riesgo medioambiental

La ciencia del suelo se desarrolla a partir de mediados del siglo XIX y desde entonces el conocimiento generado ha permitido avanzar notablemente en el último siglo hacia una comprensión no sólo de su funcionamiento sino de sus limitaciones, su fragilidad y su resiliencia frente a cambios adversos. Los suelos enfrentan en este siglo XXI retos formidables relacionados con el crecimiento demográfico y los cambios ambientales proyectados en condiciones de cambio climático. En el escenario actual de sobreexplotación del medio natural el control de la pérdida de suelo es vital para garantizar la sostenibilidad de los recursos naturales y en especial de las áreas de cultivo en ambientes frágiles. El aumento de la temperatura, los cambios en los patrones de las lluvias, junto a las perspectivas de mayor duración de las sequías y eventos de lluvias extremas son unas de las principales amenazas para la preservación de los suelos.  

La pérdida de recursos naturales, está directamente relacionada con la pobreza y los movimientos migratorios por la degradación del suelo afectan a dos tercios de la tierra cultivada. A escala mundial son varios organismos internacionales y nacionales que lideran acciones contra la desertificación y promueven un uso racional del suelo que garantice su calidad y sostenibilidad mediante la aplicación de estrategias de manejo para mantener su fertilidad, facilitar su adaptación al cambio climático y mitigar los efectos adversos. En paralelo a la necesidad de incremento de productividad de los cultivos ha emergido el concepto de salud del suelo, que se va imponiendo ante el requerimiento de mayor calidad y seguridad alimentaria. De todos depende adoptar hábitos de uso y consumo orientados a preservar los suelos y promover su resiliencia para que sigan siendo el soporte de la vida en nuestro planeta.

Ana Navas

Consejera de ECODES

Investigadora del CSIC

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