La transferencia de conocimiento, clave en el sector agroalimentario
Cada día procuro ser más consciente de mi impacto sobre el planeta y asumo pequeños gestos que reducen mi huella de carbono. Y también me fijo mucho en todo aquello que hay a mi alrededor, pues cualquiera de las actividades que realizamos en nuestro día a día, desde la más cotidiana, tiene un impacto. La única forma de revertir la situación es la toma de conciencia individual y la colaboración de toda la sociedad. En este sentido, y debido a mi profesión y vinculación profesional con una importante compañía del sector agroalimentario, conozco qué medidas se llevan a cabo en este sector, así como su impacto. Y con conocimiento de causa, me enorgullezco de las muchas acciones medibles emprendidas, decisiones que se adoptan e inversiones que se hacen en mi empresa para ser cada día más sostenible. Un esfuerzo que me consta realizan muchas organizaciones que trabajan por y para una industria cada día más tecnológica. Y quiero reflexionar sobre una de esas medidas que pasa quizás más desapercibida, pero que, en mi opinión, es la que ayuda a crear agentes influyentes y de cambio social y donde de verdad se juega un papel clave en la lucha contra el cambio climático.
Es la transferencia de conocimiento. Cómo una idea que surge en el departamento de I+D+i se convierte en un producto o práctica que permite ser más sostenible, o directamente reducir la huella medioambiental que la agroalimentación genera. Teniendo en cuenta que cada año la población aumenta alrededor de 80 millones de personas, y que la previsión es que en 2050 el planeta tendrá 9.000 millones de habitantes, no es tema baladí. Toda esta población necesitará satisfacer sus necesidades nutricionales y la presión incrementará sobre este sector, que es el responsable de proveer este consumo pero también de dejar una importante huella ambiental, siendo causante de un porcentaje de la contaminación y del agotamiento de recursos.
Los y las investigadoras con las que trabajo tienen en su haber patentes que hacen a la agricultura y ganadería más sostenibles. Además, comparten ese saber con hombres y mujeres de un sector al que, en no pocas ocasiones, deben convencer para realizar nuevas o diferentes prácticas y que van en contra de lo que tradicionalmente han hecho. Es una transferencia de conocimientos importantísima para alcanzar los objetivos que como sociedad nos hemos marcado y debemos alcanzar para frenar o paliar los efectos devastadores del cambio climático. Ese recorrido de ida y vuelta que tienen los conocimientos -y, en no pocos casos, problemas que encuentran las personas que se dedican al sector agroalimentario y los investigadores, doctores en materias como la biotecnología, bioquímica...- es conseguidor. Ese compartir, ese comunicarse, esa transferencia entre la investigación y el sector es vital para, como pide la FAO, “producir más con menos para salvaguardar los recursos naturales, mejorar la resiliencia y aumentar los ingresos netos”.
La investigación en el ámbito de la agroindustria, esencial a nivel planetario a tenor de a cuántas personas habrá de suministrar alimento, consigue dar respuesta a algunas de las claves que da la FAO para responder a su petición de producir más con menos. Puede aumentar la productividad, también el empleo -tan importante en zonas rurales- y el valor añadido en los sistemas de alimentación; protege e impulsa los recursos naturales; mejora los medios de subsistencia y fomenta el crecimiento económico sostenible, y, además, potencia la resiliencia de las personas, de las comunidades y de los ecosistemas.
El impacto que tiene la I+D+i es mayúsculo. Y, como soy testigo de ello cada uno de mis días, con esta reflexión quería ponerlo en valor. Muchas horas de trabajo, ensayos y errores, inversiones importantes en I+D que aplican directamente en que este sector cumpla los principios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y palíe así su impacto medioambiental.
Camino Ibarz Gil
Consejera de ECODES
Periodista