Apostamos por la sustitución de sistemas de calefacción basados en combustibles fósiles por alternativas como las bombas de calor o paneles solares y solares-térmicos y un enfoque holístico que favorezca sinergias con otras transiciones que ya han comenzado -rehabilitación profunda de edificios, electricidad 100% renovable, autoconsumo- como forma de reducir los impactos en el medio ambiente y en nuestra salud. 

En los últimos años hemos podido ver cómo la sociedad se iba concienciando sobre la contaminación del aire, en línea con la creciente evidencia científica. Este tipo de contaminación representa el cuarto factor de riesgo de muerte y el principal daño al medioambiente en Europa, causando el 33 % de los casos de asma en niños, el 17 % de los cánceres de pulmón, el 12 % de los casos de cardiopatía, el 11 % de los accidentes cerebrovasculares y el 3 % de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

Las fuentes de contaminación son muchas, entre ellos los edificios y la calefacción que utilizamos: los edificios representan, por ejemplo, un 36 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. 

Según un estudio de CE Delft, estos costes sociales relacionados con la salud de la contaminación del aire exterior causada por la calefacción y la cocina de los hogares, le cuestan al conjunto de la UE (incluyendo a Reino Unido) 29.000 millones de euros al año. En España esto representa 1.200 millones al año. 

Ahora bien, los daños que producen la calefacción y la cocina no solo se dan estando al aire libre, sino también en el interior de los espacios que habitamos: para muchos  contaminantes, los niveles de concentración son, a menudo, más altos en el interior de los espacios. Además, los ciudadanos europeos tienden a pasar la mayor parte de su tiempo en interiores, lo que conlleva a que la calidad del aire interior desempeñe un papel importante en la salud de las personas.

A continuación, podemos ver la distribución de costes de salud causados por la calefacción y la cocina en España, según el tipo de combustible empleado:

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Figura 1.  Costes de salud totales de la contaminación del aire debido a la calefacción y la cocina en el ámbito doméstico, diferenciado por tipo de combustible. (2018). Fuente: CE Delft.

En este sentido, la satisfacción de la demanda de calefacción y cocina con combustibles fósiles, principalmente gas, redunda, entre otros, en graves perjuicios para el medio ambiente y para nuestra salud. 

Esto incide con mayor virulencia en los hogares en situación de pobreza energética o vulnerables, ya que la variación del precio de la energía que utilizamos para calefaccionarnos favorece la utilización de tipos de energía más contaminantes e ineficientes, lo que lleva a un empeoramiento de su salud física y mental y a un mayor riesgo de contraer enfermedades crónicas. 

Dirigir las políticas hacia acciones que reduzcan los daños que se producen a la salud se vuelve primordial. Teniendo en cuenta los 1.200 millones que esta problemática le cuesta anualmente a España, parece acertado respaldar políticas ambiciosas con parte del dinero que nos ahorraremos si atajamos esta situación de manera acertada. 

Por ejemplo, apostando por la sustitución de sistemas de calefacción basados en combustibles fósiles por alternativas como las bombas de calor o paneles solares y solares-térmicos y un enfoque holístico que favorezca sinergias con otras transiciones que ya han comenzado -rehabilitación profunda de edificios, electricidad 100% renovable, autoconsumo- es fundamental para conseguir nuestros objetivos. 

El ecodiseño es una vía ideal a través de la cual bloquear la instalación de nuevos aparatos domésticos de cocina y calefacción a gas. La nueva propuesta de la Comisión de Reglamento sobre Ecodiseño para Productos Sostenibles (ESPR, por sus siglas en inglés) ofrece una oportunidad para que los ejecutivos de la Unión Europea se muestren ambiciosos y luchen por los derechos de sus ciudadanos.

Los beneficios de la desaparición del uso de combustibles fósiles son múltiples: mejoras en la calidad de vida de las personas, beneficios medioambientales, una menor dependencia de las importaciones, así como de sus altos y volátiles precios y un menor gasto público en paliar sus consecuencias.  

Ahora bien, en este proceso de transición y en las políticas que se realicen es imprescindible que se garantice una especial atención a que todas las personas y familias puedan acceder a ellas, especialmente aquellas personas en situación de vulnerabilidad y pobreza energética, que son quienes sufren en mayor medida las consecuencias. 

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