Episodios recientes como la DANA en Valencia nos recuerdan la importancia de mantener un Ártico frío, que no frene el chorro polar y provoque, cada vez más de forma más frecuente, gotas frías como la que hemos vivido este mes. Un terrible episodio atmosférico extremadamente ligado a un Mediterráneo y un Ártico cada vez más cálidos, consecuencia de un cambio climático que nos sorprende cada día y que puede que este año 2024 ya supere el límite del 1.5ºC de aumento de temperatura como anuncia la agencia europea Copernicus. Frenar el cambio climático es necesario, desde todos los sectores, y especialmente desde el transporte marítimo se hace más sensible el impacto en los océanos por su vínculo intrínseco.

El mar está acostumbrado a recibir lo peor del transporte marítimo: residuos que van desde lo filtrado por los sistemas de limpieza de gases de escape o scrubbers hasta las emisiones de los combustibles más sucios, que solo se siguen usando en este tipo de transporte. Hace años que oenegés y otras entidades preocupadas intentan mejorar esta situación con diferentes métodos. La creación de áreas de emisiones controladas (o ECA, por sus siglas en inglés) es una de las medidas más populares últimamente con la reciente creación de las ECA de Canadá y del mar de Noruega. Para unir esas dos áreas se propone crear una nueva ECA en el Atlántico Norte que ayude a blindar el Ártico de los combustibles más nocivos que emiten carbono negro y multiplican el efecto invernadero. 

Esta ECA sería implementada por Islandia, Irlanda, Reino Unido, Francia, España y Portugal, y Dinamarca en su jurisdicción sobre Islas Feroe y Groenlandia, en sus aguas territoriales y zonas económicas exclusivas. Los beneficios de tal área no son sólo ambientales. En estos países viven 193 millones de personas que verán reducido los óxidos de azufre y nitrógeno y de contaminación por partículas que respiran, con la posibilidad de reducir hasta 4.000 muertes prematuras y con el beneficio asociado de hasta 30.000 millones de euros desde 2030 hasta 2050, como remarca el estudio del ICCT.

Catástrofes como la DANA nos ejemplifican de manera arrolladora los daños que producen los fenómenos atmosféricos extremos, que se van a ir intensificando según avance el calentamiento global. No son sólo los beneficios calculados por los efectos de los óxidos de azufre y nitrógeno y la contaminación por partículas, sino también los efectos derivados del cambio climático que también disminuirán con un cambio a destilados y la consecuente reducción de carbono negro. Destrozos económicos millonarios pero sobre todo vidas perdidas que se pueden evitar.

Hablar de todos estos impactos y no tomar la acción necesaria parece un crimen cuando los vemos materializados. Reducir nuestros impactos en y aliarnos con la naturaleza desde todos los ámbitos es la única manera de salvarnos. La ECA del Atlántico Norte es una herramienta que nos ayudará a controlarlo, protegiendo de una manera especial el Ártico como zona altamente vulnerable. Pero no nos debemos quedar aquí. Limpiar el transporte marítimo de emisiones contaminantes es una tarea más grande que no se solucionará con esta ECA. Tenemos que seguir cambiando a combustibles más limpios en todo el planeta, aumentando la eficiencia energética, viajando más lento y usando todas las tecnologías posibles para reducir la demanda de combustibles fósiles. Y tras el transporte marítimo, trabajar con todo el resto de sectores. La descarbonización necesita de todos ellos para ser real, y, sin descarbonización, los riesgos aumentan cada día. No nos podemos permitir no actuar, nos va la vida en ello.

Más información:

Lola Berna Gascón

Responsable del proyecto del Ártico y de la ECA del Atlántico Norte

lola.berna@ecodes.org

Lucía Dalmau

Área de comunicación de ECODES

lucia.dalmau@ecodes.org

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