Gracias a las alianzas, Maquita promueve circuitos y redes sostenibles en favor de las familias del Ecuador

Maquita es una organización de economía solidaria que promueve circuitos y redes sostenibles, con incidencia social, en favor de las familias del Ecuador. Para descubrir su origen, tenemos que remontarnos a hace 36 años y llevar la mirada hacia las necesidades de las personas de los barrios marginados periféricos del sur de Quito y hacía las organizaciones campesinas de los territorios más empobrecidos. “Siempre hemos trabajado escuchando a las personas, ajustándonos a sus proyecciones de vida, para ir creando de forma conjunta iniciativas que generen trabajo, dignidad de vida, justicia y equidad en todo nivel: de género, social, económica, ambiental”, explica María Jesús Pérez, directora ejecutiva de la entidad.

Hoy en día, siguen manteniendo esta filosofía, aunque evoluciona conforme lo hace la realidad en la que opera. Como telón de fondo: el objetivo de acabar con las situaciones de empobrecimiento de los pueblos. Ello les ha llevado a establecer tres líneas de negocio propio basadas en el comercio justo: productos, turismo y agro. Y, aunque suponen una vía de financiación importante, no siempre es suficiente.  “La cooperación se ha sumado porque hay situaciones de vida que necesitan de una inversión para poder cambiarse”, prosigue.

Bajo este prisma, el trabajo en red es el motor de su actividad. “Acabar con la injusticia social sólo es factible a través de la unión”. Por ello, desarrollan su actividad a partir de alianzas entre gobiernos locales, gobiernos nacionales, universidades, ONG con líneas de trabajo complementarias, empresas y cooperación internacional. “La incidencia real se alcanza sumando esfuerzos. Si cada uno va por su lado se hacen cositas, pero no generamos cambios que impacten realmente en los territorios”, continúa María Jesús.

Desafíos pendientes que se encaran desde el trabajo en equipo

En la puesta en marcha de los proyectos interinstitucionales, el buen entendimiento es la tónica dominante. Pero la relación no está exenta de obstáculos. Por ejemplo, desde Maquita lamentan que hay ciertas estrategias que no siempre impactan de la forma adecuada, y el tiempo adjudicado al trabajo sobre el terreno suele ser un enemigo. “El proceso de autogestión de una organización en Europa es muy diferente del de una en Ecuador. De hecho, aquí detectamos ya diferencias entre sierra, costa o Amazonía”, prosigue mientras reclama una mayor flexibilidad en la cooperación para que los proyectos puedan tener un periodo de maduración necesario y adaptado a cada escenario.

En su apuesta por ir generando actores de cambio en el territorio, otro de los retos a los que Maquita debe hacer frente es la limitación del personal cualificado. Marina Sampedro, gerente de la entidad, lo entiende así: “Operamos en las zonas rurales del país, donde existen situaciones de vulnerabilidad. Ello requiere una mirada, una logística, una administración, una estrategia… pero también unos recursos humanos específicos y polivalentes. En ocasiones, esta parte se ve muy limitada”. En cualquier caso, se esfuerzan día a día para que todas sus propuestas tengan un coste-beneficio efectivo con orientación específica para la población sujeto.

Por otro lado, la mejora desigual de los indicadores macroeconómicos de Ecuador supone otro gran desafío para las entidades receptoras de financiación internacional. “Se nos ve como un país de renta media, por lo que muchas agencias de cooperación están saliendo. Sin embargo, la situación en el sector rural no corresponde a estos índices”, lamenta Marina.

Ante estas realidades, en Maquita proponen un método de trabajo basado en la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Para ello, se enfrentan al presente aportando valor sobre diferentes ejes: agricultura, emprendimiento, igualdad de género y sensibilización en consumo responsable. Y, para que los resultados sean duraderos, seguirán confiando en el poder de las alianzas: “Los consorcios de trabajo nos llevan a mantener un diálogo abierto con organizaciones muy diferentes a nosotros, que nos exigen y nos marcan nuevos desafíos, pero que también nos permiten crecer. En equipo, se destacan nuevas potencialidades que nos hacen más fuertes”, finaliza Marina.

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