Los agentes académicos están llamados a ser un actor clave en cooperación si aportan lo más valioso de este sector: el conocimiento

Enrique Uldemolins lleva más de 30 años trabajando en cooperación para el desarrollo. Llegó a este ámbito en 1987, cuando no hacía ni una década que España había dejado de ser receptor de ayuda. Entonces, la estructura que la Administración pública dedicaba a este ámbito era mínima –“la AECID no existía; la actividad prácticamente se limitaba a las Oficinas Técnicas de Cooperación en Centroamérica”, recuerda-, pero el convencimiento era enorme. Su experiencia sobre el terreno, unido a una carrera académica extensa y prolija –es profesor de Sociología aplicada en el grado de Administración de Empresas y de Humanismo Cívico en varios grados de la Universidad de San Jorge-, le convierte hoy en una de las figuras que más luz puede arrojar sobre la evolución de las alianzas en cooperación.

“Vivir en sociedad significa sistemáticamente renovar las alianzas con el que te rodea. Pero en el mundo de la cooperación, es una concepción relativamente novedosa”, explica Enrique para aclarar que la competitividad entre los agentes de cooperación no siempre ha jugado en favor de los intereses de los receptores de ayuda. “No podemos negar que hasta los años 90 existía cierto feudalismo; no solo por parte de las ONG, sino también de los Estados”, continúa. Una visión que propiciaba que los territorios estuviesen muy delimitados, con una división de trabajos y tareas que motivaba que “donde entraba la cooperación alemana no entrase la española, y viceversa”.

Sin embargo, la creación de la Unión Europea marcó un antes y un después en esta materia, y comenzó la labor de coordinación entre las diferentes agencias que ayudó a crear conciencia sobre el hecho de que trabajando al unísono se pueden alcanzar mayores resultados. “Pero, como en toda acción humana, existía cierta ambigüedad: se nos llena la boca hablado de alianzas, pero queremos que nuestro equipo gane...”, cuenta Enrique. Por ello, fue necesario seguir insistiendo en la importancia del trabajo en red, una labor que se consolidó en la Cumbre de Johannesburgo de 2002. “El mundo había cambiado. La globalización era ya un concepto que se había estabilizado y contábamos con evidencias empíricas de sus efectos”, explica. “Fue entonces cuando se comenzaron a impulsar las alianzas desde una perspectiva integradora, contando con todos los agentes sociales”, prosigue al tiempo que recuerda cierta controversia entre ONG de base y movimientos sociales que miraban con recelo la acción por parte del sector privado. Por suerte, parece que hoy ya se ha roto esta barrera y que las alianzas en la actualidad son plenamente inclusivas.

En todo este desarrollo, ¿qué papel ha jugado la academia? “Debería ser un actor clave, pero lo cierto es que más allá de trabajos de investigación o de consultoría no tiene una actividad determinada”, lamenta Enrique. Sin embargo, apunta hacia un cambio de tendencia puesto que hay numerosos ejemplos que aportan lo más valioso de este sector: el conocimiento. “Desde las escuelas de Ingeniería se aporta mucho partiendo del método de resolver problemas aplicando conocimientos a trabajos concretos. Ahora, hace falta trascender el campo experimental y fabricar en masa este tipo de saber hacer. Es necesario investigar más sobre el terreno”, propone.

En este contexto, cuando Enrique es preguntado por los retos a los que el trinomio cooperación-academia-alianzas todavía debe hacer frente, apunta en una dirección muy clara: el pensamiento crítico. “Tenemos que analizar dónde se instala, dónde aparece y el para qué de la cooperación. Todo ello, sin obviar que muchas veces caminamos en un terreno ideologizado y que el ser humano suele caer en la contradicción de que no le gusta el mundo en el que vive, pero no hace nada para solucionarlo”, sostiene. Sin embargo, no duda en mirar con optimismo hacia el futuro, señalado hacia dos claves que, en su parecer, marcarán el devenir de la cooperación internacional en los próximos años: la cooperación Sur-Sur y el papel de nuevos agentes, como China.

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