La co-creación y la innovación social también son imprescindibles en la Administración Pública; nos lo cuenta Raúl Oliván

Con una trayectoria profesional y personal muy vinculada a los movimientos sociales, la generación de conexiones es algo natural para Raúl Olivan. Zaragoza Activa, el ecosistema de emprendimiento de la ciudad de Zaragoza, es un exponente de ello: “Desde el principio fue concebido como un espacio creativo de innovación social”, explica. Ahora, como director general de Gobierno Abierto e Innovación Social en el Gobierno de Aragón, ha escalado este nuevo paradigma relacional a las altas esferas de la Administración provincial, siempre bajo la premisa de que somos más capaces y poderosos si nos articulamos. “A través de LAAAB, hemos redimensionado la capacidad conectiva y, por lo tanto, el impacto social producido gracias a esa forma de crear red”, mantiene. “Centrarnos en los cómos en lugar de en los qués ha sido clave”, añade.

Aunque parece que este planteamiento es novedoso, Raúl lleva años trabajando en este ámbito. En 2012, con Zaragoza Activa y La Colaboradora en pleno auge, le contactaron desde la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) para formar parte de una red de laboratorios de innovación ciudadana. “Ideamos proyectos de morfología híbrida donde se mezclaba lo público y lo privado, lo amateur y lo experto, donde se hacía políticas transversales, se rompía la idea del plan y se trabajaba desde la experimentación y la colaboración…”. Una experiencia que le permitió no solo predicar sobre la importancia del cambio, sino aprender. “El formato de las actividades en las que participé es clave. Creamos espacios de convivencia y de co-creación radical, donde nos juntábamos 100 personas durante 10 días para producir prototipos en equipos interdisciplinares, trabajando desde la cooperación y no desde la competición”, recuerda añadiendo que “el prototipo permite reducir el nivel de abstracción de la conversación y alinear las energías”. Este planteamiento aceleró su vocación por la generación de conexiones y comunidades.

La relación de Raúl con la SEGIB se extiende hasta nuestros días. Fruto de ella, surge el modelo HIP (Hexágono de la Innovación Pública), que se compone de seis vectores: OPEN (abierto), TRANS (transdisciplinariedad), FAST (agilidad), PROTO (prototipado), CO (colaborativo) y TEC (tecnológico) y ha sido diseñado a partir de la ciencia de redes y el análisis de 105 metodologías de las agencias más innovadoras del mundo. “Con él pretendemos impulsar la transformación de las organizaciones jerárquicas y cerradas en redes abiertas, tomando como referencia los ecosistemas de innovación y creatividad”, ahonda. El objetivo último: operativizar y concretar las relaciones en red.

Pero este modelo no se quedó ahí, y durante los primeros días del confinamiento en España a causa de la covid, sus vectores fueron el germen de Frena la curva, una guía online de innovación ciudadana y resiliencia cívica contra la crisis que pronto saltó de Aragón a otros países de todo el mundo, con foco en Latinoamérica. “Además de los modelos de trabajo que proponíamos y el código abierto que ofrecíamos, fueron esenciales las redes de afecto que habíamos ido trazando durante los años previos”, reconoce Raúl.

Sin duda, la actual situación de pandemia ha marcado un antes y un después en la forma de generar las alianzas, pero el futuro, en palabras de Raúl, es prometedor. “Repensar la colaboración público-privada, la compra pública innovadora, los contratos de impacto social… Todas ellas son líneas de acción muy interesantes. En general, hay que crear estructuras mestizas entre lo institucional, lo privado y lo social porque los retos contemporáneos son transversales. Hay ahí una revolución pendiente”.

Pero, ¿es factible? ¿Están todos los actores implicados abiertos a dejarse hackear desde dentro? “¡En absoluto! Hay mucha resistencia al cambio y muchas fuerzas reaccionarias, innumerables enemigos y obstáculos… Pero son posibles nuevos tipos de coaliciones afectivas por debajo de lo evidente. Hay gente que quiere hacer cosas en todos los lados, y esa gente es capaz de derribar muros, de trenzar relatos que emocionen y que traspasen los bloques verticales”. El cambio a favor de alianzas más sólidas, globales y duraderas es, así pues, posible. Vayamos hacia él.

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